sábado, 26 de septiembre de 2009

ELIJO LO QUE SOY parte 4


Comprométete.

Si fallas reconoce tus errores

y recomprométete

Lo que piensas hacer o sueñas hacer,

hazlo ya.

Goethe





A la gente comprometida se le puede confiar una encomienda. El compromiso te abre las puertas a las oportunidades de la vida y va construyendo un hombre de palabra. El hombre que cumple sus compromisos, por más sencillos que éstos sean; es un caballero en el más estricto sentido de la palabra.

Lo que llamamos errores, son tan sólo oportunidades, información útil de Dios que nos indica que no estamos en armonía con Él. Aprendamos a andar por el procedimiento de caer y levantarnos tras la caída. Aunque a veces no lo parezca, siempre estamos avanzando hacia nuestra meta final, la armonía con todo y con todos. Por eso vivimos en constante transformación. El cambio es la única constante de nuestra vida. Aunque quisieras, nunca conseguirás mojarte dos veces en el mismo río: Cuando vas a poner un pie por segunda vez, las moléculas de agua que entran en contacto con tus pies ya no son las mismas que las de la primera vez. La existencia está hecha de cambios.

La palabra es grandiosa. Tener palabra es un compromiso contigo mismo y con los demás. Día con día tienes la oportunidad de crear valor ¿cómo? Cada vez que te comprometas. La palabra es grandiosa. Es un acto de honestidad. En los tiempos de mis abuelos había palabra, tenían valor los compromisos que hacían. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué han perdido su valor?

¿Qué ves de una persona que no tiene palabra? Inmadurez, poco fiable, hipócrita, derrotado, etc., y ¿qué te genera una persona que no tiene palabra? Desconfianza, coraje, decepción, etc.; ahora, si una persona que se compromete contigo y te cumple ¿Qué ves en ella? Confianza, seguridad, respeto y ¿Qué te genera? Valor, honestidad, sinceridad.

Ahora te pregunto ¿Se puede fallar a la palabra? Claro que sí. Porque si tienes alguna prioridad tendrás que jerarquizar tus compromisos y no podrás cumplir. Aunque después debes negociar, porque al no cumplirte pierdo el poder en ti; el poder de mi palabra. En el momento que esté nuevamente contigo tendré la prudencia de reconocer que no tuve palabra y me recomprometeré otra vez con ella.

Día con día tienes la oportunidad de adquirir valor. Una persona responsable significa tener la cualidad de cumplir con su palabra. Tienes que ser congruente. ¿Quieres sentirte mal? Tú decides. Tú eres parte de un todo y todo es parte de ti. Tener palabra significa responsabilidad.

Cede siempre la razón

Para explicar este concepto es necesario analizar un poco lo que es la verdad: No existe cosa alguna que no sea; si puedes ver, percibir o sentir algo, entonces es. Si es, de la forma que sea, entonces existe. La verdad es lo que es. Todas las cosas son verdaderas, no hay cosa alguna que no sea verdadera.

La verdad es una metáfora. En efecto, cuando hablamos de nuestras creencias, utilizamos metáforas para describirlas. Esto vale también para las verdades científicas. Con ella nos expresan los científicos sus propios mapas acerca de la realidad (González, 1999).

Hemos usado incorrectamente la palabra verdad para querer decir impreciso. Una cosa puede ser inexacta y todavía puede ser verdad. Por ejemplo, 2+2 no puede sumar cinco, pero la inexactitud no es una falsedad. Si un niño escribe en su tarea 2+2=5 no hay modo de evitarlo.

Supongamos que un niño está dentro de una recámara y su madre está afuera. El niño afirma que la puerta está pintada de blanco. La madre afirma que la puerta está pintada de negro. ¿Qué pasa si se dieran cuenta que no hay cosa que no sea, que todas las cosas son verdaderas, incluyendo el punto de vista propio y el de oponente? Entonces ambos podrían duplicar su entendimiento de la verdad.

En días pasados, en una comida en casa de unos amigos, se entabló una discusión entre dos de ellos de la opinión que tenía cada uno, con respecto a la conducta de un político. El primero insistía que el político no tenía sensibilidad y que sus decisiones eran arbitrarias. El otro decía que era una persona de confiar y que estaba tomando decisiones certeras en su carrera. Ambos estaban analizando la situación de acuerdo a la experiencia que tuvieron con el político. Para poder entender más y saber más del político, será necesario que estén dispuestos a aceptar el punto de vista del oponente.

Esto me hace pensar en la historia de cinco sabios que vendados fueron llevados a tocar un elefante. A cada uno de ellos se le dio la oportunidad de tocarlo y sentirlo con la mano. Después fueron llevados al interior de un cuarto y se les quitó la venda de los ojos, donde cada uno de ellos describió su experiencia con el elefante; uno dijo que se parecía mucho a un árbol, porque había tocado la enorme pierna del animal; otro dijo que se parecía a un acantilado, pues había tocado uno de los costados; otro más dijo que había tocado una cuerda maciza, porque había tocado la cola y así sucesivamente. El punto de vista de cada uno fue diferente sobre lo que era el elefante. Sin embargo ninguno de ellos, ni todos juntos pueden abarcar lo que es un elefante.

Mi punto de vista y tu punto de vista pueden parecer demostrables y aún así, pueden ser opuestos. Debido a que nuestros puntos de vista difieren podemos caer en una discusión. Un punto que debemos recordar, es que las discusiones siempre tienen lugar con la intención de descalificar el punto de vista de la otra persona para proteger el suyo propio. Si tú no defiendes tu opinión, generalmente, es porque no necesita que se defienda, ya que estás convencido de que tu punto de vista es el correcto. Tu único propósito al discutir es convencerme de que yo estoy equivocado. Si pudiéramos aprender a ver los puntos de vista contrarios como equilibradores e integrantes del cuadro completo de la verdad, nos complacería escuchar el punto de vista de nuestro oponente.

Los hechos son fácilmente probados y fácilmente defendidos, mientras que la verdad no puede probarse, porque no hay un parámetro objetivo con el cual medirla. (Todas las cosas, incluyendo los parámetros son parte de la verdad). Es fácil probar que el aire que nos rodea contiene ciertos elementos básicos como el hidrógeno y el oxígeno, ya que este es un hecho. Otra cosa muy diferente es probar que este mismo aire es de variables tonos de azul, los cuales a veces cambian a todos los colores del arco iris; esto es la verdad.

Por lo anteriormente expuesto es razonable pensar que en una discusión, cualquiera que esta fuere, las dos personas que están interactuando, tienen la razón, puesto que dentro de su estrecha capacidad mental está concibiendo el fenómeno en cuestión. Lo adecuado ante estas circunstancias es ceder la razón, sabiendo de antemano que la antítesis complementa la verdad que tú estás buscando.

El Mullá Naserudín le daba de comer al burro todos los días, pero un día le dio pereza y le dijo a su mujer: Ve a darle de comer al burro. A la mujer no le sentó bien la orden, y se pusieron a discutir quién debería hacerlo. No se pusieron de acuerdo, y al fin Naserudín dijo: Hagamos una apuesta; vamos a guardar silencio los dos y el primero que hable, le da de comer al burro. La mujer asintió con la cabeza, y ambos cerraron la boca dispuestos a no abrirla para nada.

Naserudín se sentó en un rincón del cuarto, cerrado en su silencio absoluto. Su mujer se aburrió pronto y se fue a casa del vecino, donde permaneció hasta el anochecer. Les dijo a los vecinos lo que había pasado, y añadió: Él es tan tozudo que antes se morirá de hambre que ceder ante mí. Vamos a enviarle una sopa caliente, porque ya tendrá hambre para estas horas. Le dieron una cazuela con sopa hirviendo al chico de la casa para que se la llevase a Naserudín.

Mientras tanto, un ladrón había entrado en la casa de Naserudín y había empezado a cargar con todo lo que encontraba. Cuando vio a Naserudín sentado en un rincón sin moverse, se creyó que estaba paralítico, y le cogió incluso el gorro que el Mullá llevaba puesto, pero este no se movió ni dijo una palabra.

En el mismo sitio y postura estaba cuando llegó el muchacho con la sopa. El chico dijo: Le traigo esta sopa de casa de sus vecinos. El Mullá trató de hacerle entender por señas lo que había pasado, cómo había venido un ladrón y había llevado todo lo que había en la casa, incluso su propio gorro. Para expresar la pérdida del gorro, señaló a su propia cabeza dando varias vueltas con el dedo.

El muchacho entendió que quería que le echase la sopa por la cabeza, y así lo hizo sin fijarse en la temperatura del líquido. Naserudín recibió la espesa lluvia ardiente sobre la cabeza, pero ni se movió ni dijo una palabra. Su cara y su barba habían quedado en estado lamentable, y el muchacho, al verlo, volvió corriendo a su casa a contar todo lo que había visto y entendido, el robo, el baño de sopa y el silencio del Mullá.

Al oír el informe, su mujer cayó en la cuenta de todo lo sucedido y fue enseguida a casa. Allí encontró a su marido exactamente en el mismo sitio en que lo había dejado, sin moverse; y llorando y riendo al mismo tiempo, le dijo toda excitada: ¿Se puede saber que quiere decir todo esto? El Mullá contestó: Ve a darle de comer al burro. Y no vuelvas a ser tan terca.

Moraleja: El burro no se queda sin comer.