sábado, 20 de junio de 2009

LA TRISTEZA Y LA FURIA


Sonríe aunque sólo sea una sonrisa triste,

porque más triste que la sonrisa triste,

es la tristeza de no saber sonreír.

Anónimo





En las dos recientes semanas, he compartido mis momentos de ocio y placer con diferentes personas y entre ellas, escuché diversas afirmaciones que me fueron dando pauta para escribir lo siguiente acerca de lo que experimento por la vida.

La vida son tres cosas:

Primero, un don, porque ahora tú estás vivo y hay muchas personas que no lo están.

Segundo, una responsabilidad, porque si estás vivo ahora es porque tienes muchas cosas por aprender y hacer.

Y tercero, una opción, porque cada minuto puede ser diferente al anterior.

La vida es una constante oportunidad de renovación y cambio, donde a cada instante, se nos presenta la oportunidad de expresarnos y proyectarnos hacia los demás y hacia el mundo.

La vida de cada uno está en las manos única y exclusivamente de cada uno de nosotros, no está en las manos de nuestros padres, ni de nuestros hermanos, amigos, colaboradores, compañeros o en las manos de los gobernantes.

Ser adultos no significa que tenemos todas las respuestas para todas las preguntas, ser adultos no significa que tenemos el deber de enfrentarnos a todo para resolverlo sin dudar, ser adulto significa que deberíamos tener la disposición de aprender de cada situación en la seguridad de contar con nosotros.

A veces estamos tan presos, tan preocupados, a pesar de que no sabemos exactamente por qué, que no nos damos permiso para sentirnos y expresarnos. A veces no hay nada afuera que nos presione, a veces los únicos que nos presionamos somos nosotros mismos, somos nuestros propios prisioneros, entonces, necesitamos aprender a ser libres de las programaciones negativas que nos inducen a estancarnos, a repetirnos y a dejar de buscar más allá la verdad. Necesitamos liberarnos de las grabaciones que nos impidan alcanzar la felicidad.

Ser adulto es pensar, siempre que te encuentres en una situación de conflicto o en una situación nueva y desconocida para ti, que eres algo más que ese cuerpo físico inmerso en un mundo material, eres el instrumento que escogió la vida para manifestarse en ese lugar, para aprender y entregar; por lo tanto dispones de todos los recursos para resolver y manejar cualquier situación acá, si el problema es más grande que tú, revísalo entonces, porque ése no debe ser tu problema y siempre que puedas, cambia la palabra problema por oportunidad.

Y con la palabra oportunidad, quiero darle el paso a una historia que me dejó sorprendido y lleno de mensajes directos, de dos palabras que en muchos capítulos de la vida cobran su pasaje, pago que si queremos podemos evitar.

La historia la leí en un inicio del libro de Cuentos para pensar, de Jorge Bucay. Y, luego, tuve la oportunidad de asistir a un festival de baile con cuentos de este autor (andaba en un momento de crisis), y al ver el cuento hecho música y baile, no me quedo más que llorar y soltar mucho de lo que traía dentro. Dice así:

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizá donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...

En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...

Había una vez un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...

Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos, entraron al estanque.

La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida, sin saber por qué, se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua. Pero la furia es ciega o, por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró.

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino de la tristeza. Y así, vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calmada, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.

Es importante remarcar la siguiente reflexión: La furia es tan peligrosa que se puede adueñar de tu conciencia. Puede reclamar estar presente todos los días en tu vida como una droga necesaria para funcionar.

Te desgasta y te hace vulnerable la salud. Por ello se acompaña de la tristeza, su hermana, que remata el panorama. De la furia no sale nada bueno. Ella está llena de energía negativa que ata de manos nuestra creatividad, despoja de amor a los individuos, separa relaciones y hace difícil la convivencia.

Cultivar positivamente la furia y la tristeza son herramientas que permitirán obtener los mejores frutos de la vida.
Y cómo el viejo decía:
“De lo que te llegue… agárrate…no más delante ni pa’chochos haya…”

domingo, 14 de junio de 2009

COACHING Y DESARROLLO PERSONAL


"No podemos enseñarle nada a la gente;

sólo podemos ayudarlos a que

descubran lo que hay en su interior"

Galileo Galilei.





En nuestra vida personal o en nuestra actividad laboral muchas veces nos encontramos con obstáculos invisibles, impedimentos que nos imposibilitan avanzar, situaciones que se nos tornan conflictivas y no entendemos el porqué. Actividades que a otros les resultan relativamente sencillas se nos presentan como imposibles de realizar, acciones que no muestran mayor complejidad se transforman en inalcanzables. Es como si estuviéramos subiendo por una escalera y de pronto nos topáramos con algo que nos entorpece el ascenso. No logramos ver qué es, pero sabemos que nos obstruye el camino. Hacemos esfuerzos para evadirlo, pero todo es en vano. Queremos hacer algo diferente, pero no sabemos qué. Es como un “techo de cristal”, algo que nos resulta imposible de ver pero que cada vez que queremos seguir avanzando chocamos nuestra cabeza contra ello.

Esto no es algo que eventualmente le acontezca a alguna persona, sino que nos sucede a todos y reiteradas veces a lo largo de nuestra vida. A este fenómeno, que expresa los límites que tenemos los seres humanos en nuestra capacidad de acción y aprendizaje, Echeverría lo denomina “el principio del carácter no lineal del comportamiento humano”. Sostiene que: “los seres humanos no pueden incrementar lineal e indefinidamente su capacidad de acción. No pueden aprender linealmente cualquier cosa que se propongan. Tanto en su capacidad de acción, como en su capacidad específica de aprendizaje, encuentran límites, se enfrentan con obstáculos que les impide alcanzar determinados resultados. La capacidad de acción y de aprendizaje no es continua ni homogénea”.

Vale aclarar que no nos estamos refiriendo a las circunstancias donde el límite de nuestra capacidad de acción o aprendizaje está determinado por características biológicas o de cualidades innatas en las personas. En estos momentos, la alternativa para avanzar en nuestro camino de desarrollo puede implicar pedir ayuda. La figura que emerge como la más idónea e indicada para asistir estos procesos de aprendizaje y cambio, es la del coach.

El coach es una persona entrenada para detectar estas áreas de dificultad, estas “barreras invisibles” que traban nuestro crecimiento o dificultan nuestro desempeño. Su rol es acompañar y facilitar el desarrollo de las potencialidades de las personas, ayudando a superar las trabas y resistencias que limitan su accionar y dificultan la concreción de sus objetivos. Podemos definir al coach como un facilitador del desarrollo personal.

El coaching es un proceso sistemático que facilita el aprendizaje y promueve cambios cognitivos, emocionales y conductuales que expanden la capacidad de acción en función del logro de las metas propuestas. Se trata de una disciplina emergente que trabaja en la facilitación de los procesos de desarrollo de las personas: en la evolución profesional, en los tránsitos de la carrera laboral, en el logro de objetivos, en la disolución de obstáculos para el crecimiento personal y en la búsqueda del mejoramiento de los niveles de rendimiento. En ámbitos organizacionales el coaching se afianza como una poderosa herramienta que potencia el liderazgo, facilita el desempeño y acompaña procesos de capacitación y entrenamiento a los efectos de garantizar la efectiva adquisición de las competencias.

El coaching está focalizado en "ayudar a aprender", que es un proceso diferente al enseñar. El coach no es alguien que le diga al consultante qué es lo que tiene que hacer. Su tarea no es juzgar, ni dar consejos. El coach no indica soluciones, no señala el camino “correcto”, ni impone su particular modo de pensar, sino que interviene para que el consultante pueda analizar y prever las interpretaciones que tiene sobre la situación que declara como problemática.

El rol del coach es hacer preguntas que estimulen a reflexionar, a recapacitar críticamente acerca de los supuestos indudables, a poner en cuestión las creencias, a conmover las certezas y a tornar discutible lo que se considera incuestionable. El trabajo del coach se sustenta más en los signos de interrogación que en los de admiración. Su misión es hacer que cada persona alcance sus propias comprensiones, viva con más conciencia y autenticidad y logre desplegar su potencialidad en el logro de sus objetivos.

En este sentido el coaching posee una gran semejanza con el concepto de la Mayeútica acuñado por Sócrates, quien afirmaba que “No puedo enseñarle nada a nadie, sólo puedo hacerlos pensar” y por lo tanto él, como gran maestro, conducía el camino del aprendizaje a través de las preguntas, dejando que sus discípulos o interlocutores fuesen encontrando sus propias respuestas y soluciones a los problemas planteados.

Sócrates denominó Mayéutica a esta metodología de indagación, que quiere decir “arte de las parteras”. Utilizó esta metáfora para señalar la profundidad de esta práctica de indagación, tal cual la concebía. Sostenía que él ejercía un arte parecido al de su madre, Fenáreta, que era comadrona. Decía que las comadronas eran parteras de cuerpos, que ayudaban a dar a luz, pero no daban a luz, mientras que él era un partero de almas, que ayudaba a encontrar las respuestas, pero no daba respuestas.

Este método de indagación a través del cual guiaba a las personas a buscar nuevos sentidos y a reflexionar sobre distintas situaciones buscando otros puntos de vista, es lo más parecido a lo que puede ser el coahing. Una frase de Sócrates define con claridad este proceso: “Yo nada sé y soy estéril, pero puedo servirte de partera y por eso hago encantamientos para que des a luz tu idea”.

El coaching se sustenta en el principio de la autonomía de la persona y está dirigido a que el consultante asuma plena responsabilidad por sus acciones y por los resultados obtenidos. El coach acompaña y facilita el proceso de aprendizaje y cambio que posibilite al individuo a realizar las acciones necesarias para conseguir los objetivos con los que está comprometido a alcanzar y que no está logrando.

El coach puede mostrar posibilidades que no están siendo consideradas, sugerir interpretaciones o plantear rumbos de acción, pero nunca indica lo que “debe” hacerse sino que deja el poder de elección y acción en manos de la persona. Al decir de Virginia Satir: "Nadie puede convencer a otro de que cambie. Cada uno de nosotros custodia una puerta del cambio que sólo puede abrirse desde adentro. No podemos abrir la puerta de otro, ni con argumentos ni con apelaciones emocionales."

Desde la óptica del Aprendizaje Transformacional, no hay problemas a resolver "allí fuera", independientes de cómo pensamos y sentimos. La forma en que vemos el problema es parte del problema. Es por esto que la interpretación que sustentamos sobre una situación y la emocionalidad que la misma nos genera, son los aspectos centrales que debemos abordar para poder accionar con efectividad. Tan es así, que hay circunstancias en las que no se trata de “resolver” el problema, sino de “disolver” el problema. Son los casos en los que al transformar nuestra perspectiva de observación, al modificar nuestra interpretación de los hechos, la situación ya no se nos presenta como problemática. Muchas veces este cambio nos permite “ver” posibilidades u oportunidades que hasta el momento nos resultaban inexistentes. Al decir de Albert Einstein: “El mundo tiene problemas que no pueden ser resueltos pensando de la misma manera en que lo hacíamos cuando los creamos”.

Las conversaciones de coaching están orientadas a lograr un desplazamiento en las observaciones y explicaciones que poseemos sobre nosotros mismos y sobre los demás, sobre el entorno y las circunstancias, sobre lo que juzgamos como posible o imposible, sobre lo que valoramos como amenaza u oportunidad.

El coach conduce a que el consultante pueda separar el fenómeno de su interpretación, es decir, la experiencia de su explicación. Las experiencias remiten a las cosas que nos pasan en la vida y sobre ellas elaboramos interpretaciones y nos contamos historias. Estas narrativas otorgan sentido a lo que acontece y es este significado asignado el que nos abre o cierra posibilidades. El problema no es que las historias que nos contamos sean verdaderas o falsas, lo significativo es que la carga interpretativa que introducimos en ellas nos posibilita o restringe nuestro accionar.

Y como el viejo decía: “Entre más te conozco, más quiero a mi perro”