domingo, 14 de septiembre de 2008

MUÉVETE...MUÉVETE


No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres.
Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen,
y serás feliz.
Epicteto de Frigia

¡Muévase! ¡Muévase! son los gritos que comúnmente escuchamos de parte de alguien al que estorbamos o interferimos con su actividad. Medio adormilados o de plano irritados tendemos a quitarnos del camino de aquél que pide el movimiento… Pero, me surge la inquietud, ¿cuántos de nosotros hemos dejado de escuchar ese grito interior que nos invita a ir en pos de algo?
Dicen los teóricos de la psicología que todo evento humano comienza con la motivación: Un buen partido de tenis, un buen trabajo en equipo, el servicio total al cliente y el liderazgo eficiente comienzan ahí mismo. En ese aspecto, la Inteligencia Emocional tiene mucho que ‘decir’, porque para quien ha dirigido grupos de personas, está muy claro que las causas de motivación más poderosas no son externas, sino internas.
‘Motivo’ y ‘emoción’ tienen la misma raíz latina: MOTERE, ‘mover’. Las emociones son, literalmente, lo que nos mueve a ir tras un objetivo; impulsan nuestros deseos y esos motivos, a su vez, dirigen nuestras percepciones, dando forma a nuestros actos.
La motivación se define como "un estado interno que excita, dirige y sostiene el comportamiento". En otras palabras, la motivación es un sentimiento que determina el continuar –o no una actividad. Así podemos entender, que la motivación es todo aquello capaz de empujar la existencia hacia el futuro, el mañana, aunque la meta esté lejana y no se vea o se haya perdido la perspectiva y el camino por donde encontrarla; y toda actividad que realicemos obedece a determinados "motivos". Los motivos conscientes e inconscientes son los que dirigen la conducta de cada uno de nosotros.
Existen dos tipos de motivación.
El primero es llamado motivación intrínseca. Esta motivación viene de adentro. Las actividades que realizamos son nuestra propia recompensa. Nos sentimos motivados porque amamos sinceramente la actividad que estamos desempeñando.
El segundo tipo de motivación es llamada extrínseca. Para quienes están motivados extrínsecamente, sus recompensas son factores externos. Hacemos nuestro trabajo para ganar una recompensa o evitar un castigo. La mayoría de las personas está extrínsecamente motivada.
Nuestra sociedad (en distintas esferas de actividad) pone mucho énfasis y presión en obtener recompensas y un desempeño eficiente. Eso hace que nos olvidemos de la parte intríseca de la motivación.
Por supuesto, la habilidad de motivarnos (junto con el optimismo o actitud positiva) es uno de los requisitos imprescindibles para conseguir metas relevantes y tareas complejas, y se relaciona con diversos conceptos psicológicos que usamos habitualmente: control de impulsos, inhibición de pensamientos negativos, estilo atributivo, nivel de expectativas y autoestima.
Los ejecutivos y los líderes saben que la motivación es más vital que las destrezas intelectuales o técnicas. Al fin y al cabo, lo que nos mueve es el corazón, no la cabeza. Por ello, es necesario saber que la motivación tiene componentes básicos que nos conviene conocer:
La finalidad específica para la que se ‘moviliza’ la motivación.
Las relaciones humanas que implican una tarea o proyecto determinados.
El control de los impulsos, que es la capacidad de resistencia a la frustración y aplazamiento de la gratificación, parece ser una de las habilidades psicológicas más importantes y relevantes en donde nos desarrollemos.
El control de los pensamientos negativos, el veneno del optimismo, se relaciona con el rendimiento a través de la economía de los recursos atencionales; preocuparse consume los recursos que necesitamos para afrontar con éxito nuestros retos vitales.
El estilo atributivo de los éxitos y fracasos, sus implicaciones emocionales y su relación con las expectativas de éxito es una teoría psicológica que contribuye enormemente a nuestra comprensión de los problemas de aprendizaje y a su solución.
La autoestima y las expectativas de autoeficacia, son conceptos que podemos relacionar con el anterior principio de la atribución; además, se trata de elementos esenciales no sólo del proceso de aprendizaje, sino también de salud mental y desarrollo sano y global de la personalidad.
La capacidad de motivarse a uno mismo se pone especialmente a prueba cuando surgen las dificultades, el cansancio, el fracaso. Es el momento en que mantener el pensamiento de que las cosas irán bien, puede significar el éxito o el abandono y el fracaso (aparte de otros factores más cognitivos, como descomponer los problemas y ser flexibles para cambiar de métodos y objetivos).
El desarrollo del optimismo, la autoestima, la expectativa de éxito... están relacionados con las pautas de crianza y educación, evitando el proteccionismo y la crítica destructiva, favoreciendo la autonomía y los logros personales, utilizando el elogio y la pedagogía del éxito. Sólo así estaremos motivados.

Sólo si me quiero; me muevo…