Quien sólo vive para sí, está muerto para los demás.
Publio Sirio
Publio Sirio
Me vi tan cercano a la muerte que pensé: Vivo estoy… o muerto soy… En nuestro país, el culto a la muerte es toda una tradición, pasamos el sincretismo de nuestra vida pachanguera a la muerte… para seguir la parranda más allá de todo impedimento terrenal… A la vez, para muchos esta época nos invita a comenzar la reflexión sobre el año que termina y la vida que se nos va… y, aunado a lo anterior, retomando viejas ideas europeas: la liberación de la noche de los espíritus y el canal de energía entre lo vivo y lo muerto que se abre para circular libremente.
Independiente a ello, y cerrando nuestro ciclo sobre el equilibrio emocional en nuestras vidas, deseo reflexionar sobre nuestra propia misión o vocación específica en este camino que hoy nos toca recorrer… Todos nosotros tenemos una misión o vocación, que no puede ser reemplazada ni repetirse, de modo que nuestra tarea es tan única como la oportunidad de llevarla a cabo.
Hay que saber aprovechar al máximo la oportunidad que se nos da de permanecer con vida y trabajar en pro de nuestro crecimiento personal, lograr los resultados que nos proponemos donde se demuestre cuan supimos utilizar adecuadamente nuestro potencial sin afectar a nadie. Recordar que somos únicos como personas y poseemos una combinación de talentos, habilidades, oportunidades, experiencia y personalidad única y singular. Es decir, nos corresponde a cada uno laborar en nuestro propio crecimiento, usar adecuadamente nuestro talento, en pro de nuestro óptimo aprovechamiento de la vida, enriqueciéndolo en lo trascendental, en el aspecto evolutivo y en el plano espiritual.
Debemos autoconocernos, determinar en donde se manifiestan nuestras debilidades ¿por qué de ello?, ¿en dónde nuestras fortalezas? ¿Cuál es nuestra misión? ¿Cómo aprovechar la oportunidad de vivir?
Reflexionar sobre el propósito por el cual nos encontramos en esta vida. La búsqueda de ese significado es el empeño más importante de nuestro caminar. Como dijo Albert Camus: “El sentido de la vida es la pregunta más apremiante”. La creencia de que la vida no tiene un significado está relacionada con la dificultad que experimentan los seres humanos de hallar ese significado, de conseguir esa correspondencia entre la necesidad de sentido que reside en nosotros con algo en el mundo exterior que legitime ese sentido, que haga figura dentro de nosotros. Pero mientras mayor sea la conciencia, el conocimiento, el contacto y la experiencia personal con el propósito de vida identificado, más profunda será la motivación, la expectativa, el apetito, el apremio y la determinación para avanzar en pos de la consecución del significado de vida que hemos asumido. El propósito le imprime a la vida un acicate y un “sentido de urgencia” de vivir según ese significado. Un propósito de vida nos mueve también a establecer prioridades y a vivir con un enfoque intencional, con la certeza de estar viviendo la vida que queremos y con la convicción de no desperdiciar nada de ella.
Tener un sentido de vida llena a ésta de entusiasmo y de pasión, que se traduce en emoción con sentido de dirección. Un significado de vida proporciona una sensación de bienestar y plenitud y afecta profundamente la manera en que vivimos, a la vez que sirve de punto de apoyo para el desarrollo de nuestra potencialidad como seres humanos.
Este significado cobra vida en la medida que tomamos conciencia de quienes somos: necesidades, talentos, habilidades, destrezas, sueños, y las necesidades del entorno que nos rodea. Este cruce activa nuestro sentido de destino.
Ya es hora de tener bien definido el sentido de nuestra vida, de dar paso a las acciones que conlleven a alcanzar con éxito nuestras mestas, misión, saber aprovechar óptimamente el tiempo, el potencial creativo, innovador que traemos, el sabernos interrelacionar con nuestro entorno. Con las personas que colaboran en nuestro crecimiento sin dejarnos atrapar por condicionamiento, apego y mucho menos darle paso al sufrimiento. El saber manejar correctamente nuestras emociones y energía.
El éxito en la vida reside en saber equilibrar nuestras prioridades y aprender a colocarlas en orden de importancia. Una vida fragmentada es una vida disfuncional y poco efectiva. Si no logramos integrar todas las áreas de nuestra vida, viviremos en forma incompleta y con insatisfacción permanente. Cada una de las áreas de nuestra vida deben estar en equilibrio e integradas: Vida espiritual (fe, relación con Dios), vida física (salud, recreación, descanso), familia (paternidad, matrimonio), trabajo (negocios, profesión), finanzas (economía, recursos) y relaciones (amistades, participación comunitaria, servicio social, interdependencia en las relaciones interpersonales).
De nosotros depende definitivamente alcanzar el éxito, simplemente no descuidemos nuestra oportunidad de vivir. Utilicemos adecuadamente nuestro potencial de vida, no malgastemos nuestro tiempo, emprendamos todas aquellas acciones que nos generen felicidad, armonía, no nos dejemos atrapar por el pesimismo, lo negativo, defendamos nuestra autenticidad, no nos dejemos manipular, no manipulemos a nadie, apoyémonos en nuestras virtudes y éstas nos ayudaran a obtener el éxito.
CARPE DIEM….
Independiente a ello, y cerrando nuestro ciclo sobre el equilibrio emocional en nuestras vidas, deseo reflexionar sobre nuestra propia misión o vocación específica en este camino que hoy nos toca recorrer… Todos nosotros tenemos una misión o vocación, que no puede ser reemplazada ni repetirse, de modo que nuestra tarea es tan única como la oportunidad de llevarla a cabo.
Hay que saber aprovechar al máximo la oportunidad que se nos da de permanecer con vida y trabajar en pro de nuestro crecimiento personal, lograr los resultados que nos proponemos donde se demuestre cuan supimos utilizar adecuadamente nuestro potencial sin afectar a nadie. Recordar que somos únicos como personas y poseemos una combinación de talentos, habilidades, oportunidades, experiencia y personalidad única y singular. Es decir, nos corresponde a cada uno laborar en nuestro propio crecimiento, usar adecuadamente nuestro talento, en pro de nuestro óptimo aprovechamiento de la vida, enriqueciéndolo en lo trascendental, en el aspecto evolutivo y en el plano espiritual.
Debemos autoconocernos, determinar en donde se manifiestan nuestras debilidades ¿por qué de ello?, ¿en dónde nuestras fortalezas? ¿Cuál es nuestra misión? ¿Cómo aprovechar la oportunidad de vivir?
Reflexionar sobre el propósito por el cual nos encontramos en esta vida. La búsqueda de ese significado es el empeño más importante de nuestro caminar. Como dijo Albert Camus: “El sentido de la vida es la pregunta más apremiante”. La creencia de que la vida no tiene un significado está relacionada con la dificultad que experimentan los seres humanos de hallar ese significado, de conseguir esa correspondencia entre la necesidad de sentido que reside en nosotros con algo en el mundo exterior que legitime ese sentido, que haga figura dentro de nosotros. Pero mientras mayor sea la conciencia, el conocimiento, el contacto y la experiencia personal con el propósito de vida identificado, más profunda será la motivación, la expectativa, el apetito, el apremio y la determinación para avanzar en pos de la consecución del significado de vida que hemos asumido. El propósito le imprime a la vida un acicate y un “sentido de urgencia” de vivir según ese significado. Un propósito de vida nos mueve también a establecer prioridades y a vivir con un enfoque intencional, con la certeza de estar viviendo la vida que queremos y con la convicción de no desperdiciar nada de ella.
Tener un sentido de vida llena a ésta de entusiasmo y de pasión, que se traduce en emoción con sentido de dirección. Un significado de vida proporciona una sensación de bienestar y plenitud y afecta profundamente la manera en que vivimos, a la vez que sirve de punto de apoyo para el desarrollo de nuestra potencialidad como seres humanos.
Este significado cobra vida en la medida que tomamos conciencia de quienes somos: necesidades, talentos, habilidades, destrezas, sueños, y las necesidades del entorno que nos rodea. Este cruce activa nuestro sentido de destino.
Ya es hora de tener bien definido el sentido de nuestra vida, de dar paso a las acciones que conlleven a alcanzar con éxito nuestras mestas, misión, saber aprovechar óptimamente el tiempo, el potencial creativo, innovador que traemos, el sabernos interrelacionar con nuestro entorno. Con las personas que colaboran en nuestro crecimiento sin dejarnos atrapar por condicionamiento, apego y mucho menos darle paso al sufrimiento. El saber manejar correctamente nuestras emociones y energía.
El éxito en la vida reside en saber equilibrar nuestras prioridades y aprender a colocarlas en orden de importancia. Una vida fragmentada es una vida disfuncional y poco efectiva. Si no logramos integrar todas las áreas de nuestra vida, viviremos en forma incompleta y con insatisfacción permanente. Cada una de las áreas de nuestra vida deben estar en equilibrio e integradas: Vida espiritual (fe, relación con Dios), vida física (salud, recreación, descanso), familia (paternidad, matrimonio), trabajo (negocios, profesión), finanzas (economía, recursos) y relaciones (amistades, participación comunitaria, servicio social, interdependencia en las relaciones interpersonales).
De nosotros depende definitivamente alcanzar el éxito, simplemente no descuidemos nuestra oportunidad de vivir. Utilicemos adecuadamente nuestro potencial de vida, no malgastemos nuestro tiempo, emprendamos todas aquellas acciones que nos generen felicidad, armonía, no nos dejemos atrapar por el pesimismo, lo negativo, defendamos nuestra autenticidad, no nos dejemos manipular, no manipulemos a nadie, apoyémonos en nuestras virtudes y éstas nos ayudaran a obtener el éxito.
CARPE DIEM….